Adriana se presenta temprano a su cita terapéutica en un lugar que para nada se asemeja a una clínica. En su bolsillo derecho lleva una zanahoria. ‘Es para Cimarrón’, el caballo, dice la madre, que acompaña a su única hija que padece de síndrome de Down. Una hora más tarde llega Fernando, se coloca su casco para empezar a montar, no sin antes raquetear (peinar) y acariciar al caballo; se sujeta del pico de la silla y comienza a realizar los distintos ejercicios que le indica la terapeuta. Ambos tienen en común la práctica de equinoterapia en Expanzoo, un zoológico de contacto en Lomas de La Lagunita.
El empleo de los caballos como elemento curativo forma parte de una terapia antigua. Filósofos griegos, entre ellos Hipócrates, consideraban a los equinos como una excelente terapia para regenerar la salud. Pese a la comprobada importancia de esta técnica, no fue sino hasta 1917 cuando se fundó en Estados Unidos el primer grupo de equinoterapia, destinado a prestar atención a los heridos de la II Guerra Mundial.
La equinoterapia es recomendada para todo tipo de personas, aunque suele aplicarse a los minusválidos y quienes padecen de síndrome de Down, retardo mental, autismo o parálisis cerebral. La terapia pretende aprovechar los movimientos oscilantes del animal para estimular los músculos y las articulaciones del paciente. Asimismo, se propicia el establecimiento de un vínculo de afinidad entre el caballo y el enfermo para desarrollar su nivel cognitivo y comunicativo. Dania González, equinoterapeuta con formación en psicopedagogía, señala que combina ‘técnicas psicopedagógicas que me permitan desarrollar al máximo las potencialidades que traiga el paciente’.
La especialista explica que existen varias metas que se establecen a lo largo de las sesiones con los caballos. Por una parte se busca que el paciente adquiera seguridad a la hora de realizar la monta y los distintos ejercicios que se le asignen, en este proceso la compañía del terapeuta es fundamental; luego, se propicia la monta al pelo o sin silla, para aumentar la estimulación del enfermo cuando entra en un contacto mucho más íntimo con el animal.
Velocidad de respuesta
Los pacientes que reciben terapia tres veces por semana cumplen las metas esperadas con mayor rapidez, debido a que ‘la frecuencia es la que te da mejores resultados’, asegura González. Además, es importante trabajar el contacto del paciente con el animal y promover su integración emocional. En Expanzoo ‘siempre trabajamos el contacto, de hecho los niños aquí tienen como política traer, por lo menos simbólicamente, una zanahoria (…) para tratar de que adquieran una responsabilidad’, agrega la psicopedagoga. María Luisa Mandolfo, madre de Daniel Furlan, un joven que presenta retardo moderado, señala que esta terapia ha permitido lograr importantes cambios en su hijo, pues ahora ‘es mucho más feliz, está de mucho mejor humor (…), es más tranquilo, obediente, atento y tiene mejor comportamiento’. El compartir con los caballos, alimentarlos, peinarlos y estar en contacto directo con ellos se convierte en uno de los elementos más importantes para la vida de los pacientes, en especial ‘porque estos niños tienen pocas posibilidades de diversión’, añade la terapeuta.